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viernes, 5 de abril de 2013
Biografía de Sigmund Freud
Sigismund
Freud, que, a los veintidós años, habría de cambiar ese nombre por el de
Sigmund, nació en Freiberg, en la antigua Moravia (hoy Príbor, Checoslovaquia),
el 6 de mayo de 1856. Su padre fue un comerciante en lanas que, en el momento
de nacer él, tenía ya cuarenta y un años y dos hijos habidos en un matrimonio
anterior; el mayor de ellos tenía aproximadamente la misma edad que la madre de
Freud -veinte años más joven que su esposo- y era, a su vez, padre de un niño
de un año. En su edad madura, Freud hubo de comentar que la impresión que le
causó esta situación familiar un tanto enredada tuvo como consecuencia la de
despertar su curiosidad y aguzar su inteligencia.
En 1859, la crisis económica dio al traste con el comercio paterno
y al
año siguiente la familia se trasladó a Viena, en donde vivió largos años
de dificultades y estrecheces, siendo muy frecuentes las temporadas en las que,
durante el resto de su larga vida (falleció en octubre de 1896), el padre se
encontraría sin trabajo. Freud detestó siempre la ciudad en la cual, por otra
parte, residió hasta un año antes de su muerte, cuando, en junio de 1938 y a
pesar de la intercesión de Roosevelt y Mussolini, se vio obligado, dada su
condición de judío -sus obras habían sido quemadas en Berlín en 1933-, a
emprender el camino del exilio hacia Londres como consecuencia del Anschluss,
la anexión de Austria al rancio proyecto pangermanista de la Gran Alemania,
preparada por los nazis con ayuda de Seyss-Inquart y los prosélitos austriacos.
La familia se mantuvo fiel a la comunidad judía y sus costumbres;
aunque no fue especialmente religiosa; al padre cabe considerarlo próximo al
librepensamiento, y el propio Freud había perdido ya las creencias religiosas
en la adolescencia. En 1873, finalizó sus estudios secundarios con excelentes
calificaciones. Había sido siempre un buen estudiante, correspondiendo a los
sacrificios en pro de su educación hechos por sus padres, que se prometían una
carrera brillante para su hijo, el cual compartía sus expectativas. Después de
considerar la posibilidad de cursar los estudios de derecho, se decidió por la
medicina, aunque no con el deseo de ejercerla, sino movido por una cierta
intención de estudiar la condición humana con rigor científico. A mitad de la carrera,
tomó la determinación de dedicarse a la investigación biológica, y, de 1876 a
1882, trabajó en el laboratorio del fisiólogo Ernst von Brücke, interesándose
en algunas estructuras nerviosas de los animales y en la anatomía del cerebro
humano. De esa época data su amistad con el médico vienés Josef Breuer, catorce
años mayor que él, quien hubo de prestarle ayuda, tanto moral como material. En
1882 conoció a Martha Bernays, su futura esposa, hija de una familia de
intelectuales judíos; el deseo de contraer matrimonio, sus escasos recursos
económicos y las pocas perspectivas de mejorar su situación trabajando con Von
Brücke hicieron que desistiese de su carrera de investigador y decidiera
ganarse la vida como médico, título que había obtenido en 1881, con tres años
de retraso.
Sin ninguna predilección por el ejercicio de la medicina general,
resolvió adquirir la suficiente experiencia clínica que le permitiera alcanzar
un cierto prestigio, y, desde julio de 1882 hasta agosto de 1885, trabajó como
residente en diversos departamentos del Hospital General de Viena, decidiendo
especializarse en neuropatología. En 1884 se le encargó un estudio sobre el uso
terapéutico de la cocaína y, no sin cierta imprudencia, la experimentó en su
persona. No se convirtió en un toxicómano, pero causó algún que otro
estropicio, como el de empujar a la adicción a su amigo Von Fleischl al tratar
de curarlo de su morfinomanía, agravando, de hecho, su caso. En los círculos
médicos se dejaron oír algunas críticas y su reputación quedó un tanto
ensombrecida. En 1885, se le nombró Privatdozent de la Facultad de Medicina de
Viena, en donde enseñó a lo largo de toda su carrera, primeramente
neuropatología, y, tiempo después, psicoanálisis, aunque sin acceder a ninguna
cátedra.
La obtención de una beca para un viaje de estudios le llevó a
París, en donde trabajó durante cuatro meses y medio en el servicio de
neurología de la Salpêtrière bajo la dirección de Jean Martín Charcot, por
entonces el más importante neurólogo francés. Allí tuvo ocasión de observar las
manifestaciones de la histeria y los efectos de la hipnosis y la sugestión en
el tratamiento de la misma. De regreso a Viena, contrajo matrimonio en
septiembre de 1886, después de un largo noviazgo jalonado de rupturas y
reconciliaciones como consecuencia, en especial, de los celos que sentía hacia
quienquiera que pudiese ser objeto del afecto de Martha (incluida su madre). En
los diez años siguientes a la boda, el matrimonio tuvo seis hijos, tres niños y
tres niñas, la menor de las cuales, Anna, nacida en diciembre de 1895, habría
de convertirse en psicoanalista infantil.
Poco antes de casarse, Freud abrió una consulta privada como
neuropatólogo, utilizando la electroterapia y la hipnosis para el tratamiento
de las enfermedades nerviosas. Su amistad con Breuer cristalizó, por entonces,
en una colaboración más estrecha, que fructificaría finalmente en la creación
del psicoanálisis, aunque al precio de que la relación entre ambos se rompiera.
Entre 1880 y 1882, Breuer había tratado un caso de histeria (el de la paciente
que luego sería mencionada como «Anna O.»); al interrumpir el tratamiento,
habló a Freud de cómo los síntomas de la enferma (parálisis intermitente de las
extremidades, así como trastornos del habla y la vista) desaparecían cuando
ésta encontraba por sí misma, en estado hipnótico, el origen o la explicación.
En 1886, luego de haber comprobado en París la operatividad de la hipnosis,
Freud obligó a Breuer a hablarle de nuevo del caso y, venciendo su resistencia
inicial, a consentir en la elaboración conjunta de un libro sobre la histeria.
Durante la gestación de esta obra, aparecida en 1895, Freud desarrolló sus
primeras ideas sobre el psicoanálisis. Breuer participó hasta cierto punto en
el desarrollo, aunque frenando el alcance de las especulaciones más tarde
características de la doctrina freudiana y rehusando, finalmente, subscribir la
creciente convicción de Freud acerca del papel desempeñado por la sexualidad en
la etiología de los trastornos psíquicos.
La Interpretación de los Sueños
La Interpretación de los Sueños, Freud utiliza sus propios
sueños como ejemplos para demostrar su teoría sobre la psicología de los
sueños. Freud distingue entre el contenido del sueño "manifiesto" o
el sueño experimentado al nivel de la superficie, y los "pensamientos de
sueño latentes", no conscientes que se expresan a través del lenguaje
especial de los sueños.
Freud
mantiene que todos los sueños representan la realización de un deseo por parte
del soñador, incluso los sueños tipo pesadilla. Hay sueños negativos de deseos,
donde lo que aparece es el incumplimiento de un deseo. Para esto se dan varias
explicaciones, entre las cuales está la satisfacción de una tendencia
masoquista. No obstante sigue en pie la conclusión general de Freud: los sueños
son realizaciones disfrazadas de deseos reprimidos. Según su teoría, la
"censura" de los sueños producen una distorsión de su contenido. Así
que lo que puede parecer ser un conjunto de imágenes soñados sin sentido puede,
a través del análisis y del método "descifrador", ser demostrado ser
un conjunto de ideas coherentes. Freud propone que al valor del análisis de los
sueños se radica en la revelación de la actividad subconsciente de la mente.
La
teoría de interpretación de los sueños de Freud representa las primeras teorías
de este con relación a la naturaleza de la psicología de sueños inconscientes,
la importancia de las experiencias de la infancia, el lenguaje
"hieroglífico" de los sueños y el método que el llama
"psicoanálisis"
Freud
considera que todo sueño es interpretable, es decir, puede encontrarse su
sentido. La labor de interpretar no recae sobre todo el sueño en su conjunto
sino sobre sus partes componentes basándose en una especie de libro de los
sueños, donde cada cosa soñada significa tal otra cosa en forma rígida, sin
considerar la peculiaridad de cada sujeto. Primero se descompone el relato en
partes, y recién al final surge la interpretación final o global, en la cual se
nos revela el sueño como una realización de deseos.
El
sueño no es meramente actividad somática: es un acabado fenómeno psíquico de
realización de deseos, y por tanto debe ser incluido en el conjunto de los
actos comprensibles (no incomprensibles) de nuestra vida despierta,
constituyendo el resultado de una actividad intelectual altamente complicada.
El
deseo aparece disfrazado en el aspecto manifiesto del sueño, en lo
efectivamente soñado, proceso denominado 'deformación onírica'. Freud se
pregunta porqué tiene que haber una deformación, ya que podría haber ocurrido
que el sueño expresara el deseo en forma directa, sin deformación. Esta
deformación es intencional y se debe a la censura que el sujeto ejerce contra
la libre expresión de deseos, por encontrarlos censurables por algún motivo.
ESTUDIOS SOBRE LA HISTERIA (análisis de un caso de Paranoia)
* La define como
una psicosis de defensa.
* Las
alucinaciones descritas en el caso eran fragmentos del contenido de los sucesos
infantiles reprimidos.
* Las
alucinaciones auditivas eran pensamientos reprimidos que consistían en
reproches como consecuencia de una transacción entre la resistencia del yo y el
poder del retorno de lo reprimido, pero muy deformados.
* Tanto en la
obsesión como en la paranoia el nódulo del mecanismo psíquico es la represión
de un suceso sexual infantil.
* Los síntomas en
la paranoia consisten en una defensa primaria, expresándose por medio de ideas delirantes de desconfianza y
persecución.
*
Las ideas delirantes pasan al yo sin modificación
por lo que es el yo el que sufre una
deformación reprimiendo, además los recuerdos no patógenos pero que se
hayan en contradicción con dicha modificación.
A lo largo de
la lectura de estos artículos podemos observar cómo Freud va cambiando su
postura sobre todo en relación a las causas de la histeria e integrando
conceptos nuevos que van dando luz a su explicación del mecanismo psíquico de
las neurosis, y por otro lado cómo va perfeccionando el método de su
investigación y su tratamiento para conformar poco a poco lo que será su teoría
final sobre el desarrollo de la personalidad y la manera como está constituido
y funciona el aparato mental.
FREUD EL DELIRIO
Según Freud, tentativa de curación, de
reconstrucción del mundo exterior por restitución de la libido a los objetos,
privilegiada en la paranoia y hecha posible por el mecanismo de la proyección,
que permite que lo abolido adentro le vuelva al sujeto desde afuera. Freud
concluye en 1911 sus Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia
descrito autobiográficamente (el presidente Schreber) de la siguiente manera:
«Los rayos de Dios schreberianos, que se componen de rayos solares, de fibras
nerviosas y de espermatozoides, todo condensado en uno, no son en el fondo sino
la representación concretizada y proyectada afuera de investimientos
libidinales y le prestan al delirio de Schreber una impresionante concordancia
con nuestra teoría». Y agrega: «El futuro dirá si la teoría contiene más locura
de lo que yo quisiera, o la locura más ver -dad que la que otros hoy están
dispuestos a otorgarle». El valor que Freud acuerda así al delirio de Schreber,
el gusto que se da, es, nos dice Lacan, «simplemente aquel, decisivo en la
materia, de introducir allí al sujeto como tal, lo que quiere decir no calibrar
rápidamente al loco en términos de déficit y de disociación de las funciones».
De esta posición freudiana inicial, tomando apoyo en el texto de Schreber mismo
(Memorias de un neurópata, 1903), volverá a partir J. Lacan para poner a prueba
la tesis del inconciente estructurado como un lenguaje en la cuestión de la
psicosis y el delirio. El Seminario III, 1955-56, «Las psicosis», retomado en
lo esencial en 1959, en el texto «De una cuestión preliminar a todo tratamiento
posible de la psicosis» (Escritos, 1966), es testimonio de ello. El conjunto de
estos textos, incluido el del propio Schreber, constituye la referencia
indispensable para el abordaje psicoanalítico de la cuestión del delirio.
Significación y mecanismo del delirio. Freud se aparta radicalmente de las
concepciones de su época concernientes a la significación del delirio: «Lo que
tomamos por una producción mórbida, la formación del delirio, es en realidad
una tentativa de curación, una reconstrucción». ¿Cómo entender esta definición?
En la concepción freudiana del aparato psíquico, tal como se articula en la
primera tópica, esta definición da al delirio la significación de un síntoma,
es decir, de una formación sustitutiva cuyas condiciones de aparición dependen
de un mecanismo general común a la neurosis y a la psicosis. Así, las
propiedades atribuidas al delirio: tentativa de curación, reconstrucción, se
relacionan también con otras formaciones sustitutivas (conversión, obsesión,
etc.
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